En temas de economía y política, pareciera que todos tenemos una opinión. Sin embargo, lo trascendental respecto a estos ámbitos no es opinar, es adoptar una postura y actuar en concordancia con ella porque, inevitablemente, la economía y la política son fuerzas que atraviesan nuestros días y de las cuales dependen necesidades sustanciales para la vida propia, por ejemplo: dinero para comprar algo de comer.
Lo interesante es que hay una gran tendencia a abordar dichos temas desde lo teórico, desde las ideas que cada quien tiene, y no a partir de un ejercicio consistente, sensible. O un ejercicio dirigido, revelado a plenitud, como dice Yorsikelin Sánchez: “con sus causas y sus consecuencias”.
Yorsikelin es cubana. Esto significa que el sistema que rige su país es una democracia popular, ¿y eso qué significa?, que en Cuba sólo hay un partido político y, aunque los cubanos votan, lo hacen para elegir entre delegados pertenecientes a la única formación política del país, la cual es la oficial. El máximo órgano de decisión del país es la Asamblea Nacional del Poder Popular, constituida por representantes electos, y es dicha Asamblea la que elige al presidente. En otras palabras, el grueso de la población no participa directamente en el proceso de selección del presidente. Respecto a la economía se dice que es socialista, que los medios de producción son controlados por el Estado y que éste se hace cargo de su administración.
Nuevamente, la teoría nos sugiere ciertas ideas, nos permite opinar. Pero en la práctica, ¿qué significa lo anterior? Yorsikelin también es una activista cubana que lucha por los derechos de las personas: laborales, de igualdad, democráticos, para las mujeres. Su historia comenzó a temprana edad, apenas era una adolescente cuando descubrió las cosas que le estaban haciendo a su padrino, un preso político que actualmente tiene 82 años de edad. Yorsikelin iba a verlo y no la dejaban entrar, no le permitían entregarle la jaba (la bolsa), a pesar de que todo preso tiene derecho a visitas y alimento. Entonces descubrió que su padrino no tenía los mismos derechos que el resto de la gente. Comenzó a investigar, a asesorarse, a llamar a distintos lugares. Así fue como, por influencia de su padrino y su abuela, Yorsikelin se hizo activista. En lo clandestino, le llevaba comida y ayuda a los presos políticos cubanos. El día que la descubrieron fue su primer encarcelamiento: fue detenida 33 horas, a los 16 años de edad.
Pero, su camino político despuntó cuando fue presidenta de la Federación Estudiantil de Enseñanza Media (FEEM): “Ahí me di cuenta que verdaderamente no había una democracia. Teníamos que votar por la persona que la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) eligiera y dijera”. Y esa persona no podía ser cualquiera, tenía que ser alguien que cubriera ciertos requisitos, como ser militante de la juventud y tener diferentes méritos políticos. O sea que no había libertad para elegir, todo estaba preparado, no había democracia. “El ambiente político en Cuba no permite el pluripartidismo”.
Y Yorsikelin quiere libertad, democracia, que se respeten los derechos de todos y todas, libertad de expresión. Es por esto que actualmente forma parte del Frente Femenino y de la Asociación de Sindicalistas Independientes Cubanos (ASIC). Aunque ha sido detenida y violentada físicamente por las autoridades de su país, se dedica a buscar otras opciones para defender los derechos humanos. Entre sus actividades está ayudar a personas que, tras haber sido encarceladas o haber tenido alguna desavenencia con el sistema político, se han quedado sin trabajo y necesitan encontrar la forma de obtener el sustento diario para sí mismas y para sus familias. Yorsikelin organiza talleres de capacitación en oficios (de computación, para estilistas, de bordado, entre otros) con la intención de que estas personas no pierdan la posibilidad de obtener un sueldo indispensable para su supervivencia y la de sus familias.
La misma Yorsikelin, aunque es una fonotecaria graduada, con especialidad en locución de radio, no puede ejercer su título porque no es confiable para el gobierno cubano debido a sus ideas políticas.
“Un camino como éste, para ellos [el gobierno] es un problema político, porque todo lo que sea fuera de las instituciones es político. Y no estamos haciendo nada malo, lo que estamos haciendo es lo que ellos no han podido hacer, pero eso es suficiente para que nos cataloguen como personas no confiables… A mí me quitaron todo, mi trabajo, mis derechos, porque me pusieron el cartel de contrarrevolucionaria… Por eso sigo en la lucha, para que otras mujeres y hombres tengan los derechos que a mí me quitaron”.
La situación política en Cuba es delicada. Hay quienes aseguran que se trata de una dictadura. Y la represión contra la disidencia interna es castigada con severidad e implica detenciones arbitrarias. Por si fuera poco, el código penal cubano permite el encarcelamiento por delitos de opinión.
Es por esto que, entre la teoría y la práctica, el caso de una activista como Yorsikelin es tan claro: ella conoce muy bien sus “causas” (algunas ya fueron mencionadas aquí) y sus “consecuencias” (podría terminar presa o desterrada).
En temas de economía y política, legislativos, de derechos humanos, no se trata sólo de opinar, también resulta indispensable actuar. Y es esta congruencia entre el pensar, el decir y el hacer, la que caracteriza la labor de las activistas que forman parte de Florece Resistencia, entre ellas, Yorsikelin Sánchez Perdigón, de 41 años, madre de familia.
Sin espacio para la crítica al Estado, Cuba presenta un escenario poco propicio para el desarrollo de la sociedad civil organizada.